Elegía a la nevera

Oh! nevera. Tus ya remotos orígenes en Tartalia estuvieron ligados a regalos y oropeles, a voces de admiración y centro de atención de todas las miradas. Sin embargo, un buen día decidiste cambiar todo ese mundo de fama, lisonjas y adulación para recluirte en un vulgar semisótano carabanchelero, que por caprichos de la vida resultó ser también el lugar de encuentro habitual de los Pinchaos. Y en tu nueva ubicación te empleaste a fondo para mostrar a través de tu diáfana puerta un mundo cambiante y multicolor de aromas y sabores contenidos en sus envases respectivos para regalo de nuestros sentidos, al tiempo que tu potente voz llenaba tiempos de silencio provocados por las frecuentes interrupciones de nuestro grupo musical y por los nudos que, en nuestra garganta, colocan con frecuencia los avatares de la vida, haciéndonos tragar palabras para decir lo que no importa por falta de otras sílabas. Finalmente, supiste darte cuenta de que en este mundo cruel, salvo los Pinchaos y alguna otra cosa, nadie es perfecto y que nada dura para siempre, y te fuiste sin más, dejando en nuestros oídos los ecos de aquella canción-huapango versioneada por Camarón: "Ya no me cantes nevera, que acabe tu sonsonete, que tu canto aquí en el alma, como un puñal se me mente, sabiendo que cuando cantas, pregonando vas tu muerte... Ay, la la lá, Ay la la laiiiiiiiiii...". Adiós nevera, adiós.

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